jueves, 15 de octubre de 2009

¿Cultura o farándula?

En algunos periódicos de Centroamérica —y del mundo—, el periodismo cultural es visto como un florero que igual adorna o estorba.

El periodista cultural, por su parte y en varios casos, es considerado el ocioso del diario, el que se va de tragos con los pintores; el que escribe una gacetilla sobre un recital de guitarra y otra sobre el cumpleaños de Saramago. Es visto como el encargado de recordarnos natalicios de gente famosa… En sus excesos, es el gato que reposa en el sofá y se eriza con una ópera. Es más, muchos estudiantes de periodismo eligen hacer sus prácticas en las secciones culturales porque creen que allí ganarán con facilidad.
A decir verdad, son los mismos periodistas culturales, muchas veces, quienes han dado la pauta a todo ello, desde los remotos tiempos de cuando grababan sus notas sobre planchas de piedra. La razón es que no siempre se tiene vocación. El periodista, muchas veces, no quiere convertirse en caza noticias de perros aplastados y prefiere hacer su real y soberano ingreso al mundo de los haraganes y glamorosos periodistas culturales.
No puedo imaginar a un periodista de esas secciones al que no le guste asistir a una galería de arte, a un concierto de rock o a un mercado. Y es que el periodismo cultural es más que observar ballet. Es una decidida ciencia y pasión que arrastra una monstruosa necesidad de comerse lo visto, de tragarse vorazmente lo escuchado y devolverlo escrito, así sea un concierto de música pop o de guitarra acústica. Esos y otros detalles nos los recordó uno de los mejores periodistas culturales del mundo, de habla hispana; su nombre es Jesús Ruiz Mantilla, escritor y periodista de El País Semanal, quien asistió con nosotros —algunos periodistas culturales de Centroamérica y del Caribe— la semana pasada a un taller sobre el tema, en Costa Rica.

Algo interesante es que en nuestros países la cultura es vista todavía como un segmento hecho por —y para— la élite. Algunos dinosaurios todavía consideran que el hip hop o los mariachis no son temas culturales. Afortunadamente, eso es cada día más absurdo. Farándula y cultura se vienen fundiendo desde hace tiempo, queramos o no.
Hace muchos años, cuando no había Internet, se decidió establecer la diferencia entre las Bellas Artes y música al estilo de lo que hoy serían Los Tigres del Norte, por ejemplo. Eso ha cambiado. Pero, ojo, no es asunto solo de mezclar informaciones en una página para estar a la moda. No es solamente asunto de meter chismes del perro de una cantante más la valiosa información de que fulana se operó las tetas y un ensayo sobre un libro de Böll o de Theodor Mommsen.
Al periodimo cultural se hace falta, muchas veces, sentio común.
Hoy día, el periodista cultural debería abordar con seriedad tanto una crónica reguetonera como un concierto de heavy metal o una ópera.
Centroamérica es, casi siempre, la última en establecer cambios. Primero observa cómo se está haciendo en otros lugares antes de dar el paso. Ya sea por miedo o por prudencia, esa sigue siendo la razón por la cual unos son amos y otros seguidores.

En estos tiempos, el periodismo cultural es motivo de amplias discusiones estéticas y antropológicas. Un teórico de gran importancia, el cubano Lázaro Israel Rodríguez —que vive en Cuba— estuvo presente y abrió fuego a la discusión sobre el poder que ya tienen las sociedades sobre las empresas periodísticas. Los blogs, el periodismo ciudadano y otras fuentes de información toman gran fuerza, afortunadamente.
La española Rosa Jiménez Cano, periodista madrileña integrante de periodismociudadano.com desde su fundación (hay que añadir que es pionera en ese campo, al menos en el periodismo ciudadano de habla hispana) explicó su manera de coordinar e implementar ese periodismo desde El País. Dicho sea de paso, creo que ambos, el cubano y la madrileña, están en polos opuestos respecto de la apreciación del poder y la hegemonía ciudadana sobre el periodismo, lo cual es saludable (quien desee profundizar sobre los sus puntos de vista, puede fácilmente rastrearlos en la Red).
Además, otro conocedor a fondo del tema y del aspecto sociológico es el chapín Rafael Cuevas, quien estuvo presente y nos recordó la falsedad que existe en abarcar la cultura desde puntos de vista tradicionales y hegemónicos. Gran pintor y escritor, este guatemalteco tiene formación en Rumania y vive en Costa Risa desde hace unos 30 años.

Lo importante sobre el periodismo cultural, en todo caso, es tomar conciencia de que quienes lo ejercemos lo hacemos con la misma pasión que pone un carpintero al mostrarle los mejores ángulos de sus mejores muebles. Y cualquier lector sabrá cuando tiene delante a un peridista con vocación o a aquel que se metió al periodimo cultural solo porque no sirvió en Económicas o en Políticas, y quería andar de paseo por los teatros. El periodista cultural tiene una extraña vocación por escarbar qué hay delante, a los lados y tras bambalinas.

Saludos.

(Mi otro Blog, bienvenido/as a: La Era del Moscardón:
http://www.juancarloslemus.com

4 comentarios:

  1. Es lamentable que al periodismo cultural los mismos directores o dueños de los medios le asignen las últimas páginas, como si se tratara de relleno. Y no sólo las últimas páginas, sino los espacios más pequeñitos.
    Las secciones culturales no son más que reflejo de la sociedad. Ningún medio tiene solvencia de criticar las políticas educativas y culturales de un país si sus políticas son similares.
    En fin...

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  2. bien dicho, querida nuestra nancy
    tù conoces bien el tema. estos paìsees podrìan mejorar enormemente si tan solo se imnpulsaran polìticas y difusiòn y periodismo cultural, pero los anuncios siguen siendo los que, desgraciadamente, marcan el futuro de la sociedad y los medios.
    abrazos.

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  3. En mi periódico, que parece que fue un excepción, la relevancia que se le da la sección de cultura es la que merece una seña de identidad del medio.

    En cuanto a lo de Lázaro, creo que en mucho estamos de acuerdo. Creo que el punto al que llegamos es muy parecido pero por caminos opuestos.

    Fue un placer concoerte. Besos

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  4. saludos afectuosos, querida Rosa. Què alegrìa recibir tu visita. Abrazos.

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