miércoles, 2 de septiembre de 2009

Ópera Falstaff: Otro mal corte del sastre Stefano Poda

Admiramos una escenografía donde un fondo rocoso crea la ilusión de un paisaje flanqueado por campos de trigo. La tarima inclinada crea dinamismo y en ese campo de acción los personajes adquieren una perspectiva más asombrosa que si estuvieran en un sólo plano horizontal. El cortinaje ostenta una delicada manufactura.

Las voces de los grandes cantantes extranjeros tantean el cielo del teatro, a veces como estelas hilarantes (es una comedia), otras como dulces hilos que pueblan los rincones.
Son de primera línea. Destacadísimo, por supuesto, por su voz y por su gracia, Roy Stevens, quien interpreta a Sir John Falstaff; además de la estadounidense Annalisa Wimberg y la alemana Birgit Beer.

Los acompaña una orquesta cuya sonoridad no tiene nada que envidiar a las mejores de otros países, integrada por varios músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional de Guatemala, dirigida por el maestro Ramiro Ramírez.

El texto, jocoso: un gordo bebedor intentará seducir a dos burguesas. Las mujeres, sin embargo, son más astutas y se burlan de Falstaff haciéndolo caer, una y otra vez, en sus trampas.
Todo eso es tan bello que uno se pregunta qué motivó al director a desarticular los elementos. Acaso se trata de un intento por renovar el género; acaso una inspiración mal orientada en la que las ideas que pudieron ser reveladoras se quedaron en el plano de la ocurrencia.

Naturalmente, antes de proseguir es justo señalar las cualidades del director Stefano Poda: posee un hábil manejo del movimiento de masas; no se conforma con hacer una simple adaptación y demuestra que sabe iluminar muy bien los escenarios.
¿Pero, qué hace ahí, por ejemplo, el hombre con una sombrilla actuando con movimientos lentos todo el tiempo, como si hubiese salido de otra obra para ser insertado en una que le es ajena?
El ángel o pájaro tiene sentido cuando le entrega una carta a Falstaff, pero luego y antes de eso vaga como un sonámbulo sin rumbo fijo. Varios de los personajes parecen zombis, son manipulados con una cuerda invisible, a la manera de los mimos.
El director crea, además, ruido visual con las cortinas, cortando así, cual caprichoso sastre, la hermosura de sus mejores telas. Proyecta largo rato el ojo de una mujer, y, más adelante, hasta el video de una guerra para la parte donde se canta “el que ríe de último ríe mejor…”

Desde el inicio de la obra se aprecia que habrá un derroche de creatividad, cuando hace que los cantantes actúen caminando entre el público; recurso éste empleado por directores aficionados que buscan ángulos sorpresivos, aunque sean ya una práctica bastante manida, tanto en obras teatrales como en conciertos de música pop.
La segunda parte, igual de jocosa, la torna demasiado solemne exhibiendo un desenvolvimiento escénico trágico (hasta hay hielo seco); unos cuerpos se deslizan, sin un por qué, todavía con más énfasis sobre la superficie.
Cuando John Falstaff seduce a Alice Ford, es una pieza en la que, según el texto, ella sutilmente lo envuelve con sus palabras astutas, mas el director elige que ambos se revuelquen por el piso (¡!).

La dirección, en fin, es como una mujer muy bella que ha sido ataviada vorazmente por un estudiante de modas: usa en el cuello un diamante, rubíes en los dedos de los pies, cuarzo blanco en las manos, esmeraldas en las orejas, un dije de topacio, bellos vestidos; todo es real, hasta los zapatos con incrustaciones de piedras preciosas y un velo traído de la mismísima Samarcanda, pero esa mujer no sabe combinar sus prendas. Casi lleva un diente de oro y se menea como si anduviera en chancletas por un mercado.

Poda, un director obsesionado por la “cámara lenta”, no supo desprenderse, en esta obra, de nuevo, de sus aficiones barrocas. ¿Es, acaso, su estilo? Si lo es, hemos de aceptar que logra conseguir muy bien lo abstracto, pero pierde la coherencia textual.
Fragmentos de su obra bien podrían ser textos autónomos. ¿Un innovador, un incomprendido? En realidad, exhibe una rebeldía bastante adolescente, todavía balbuciente. Crea el montaje de una ópera que se desarrolla al servicio de sus buenas ideas, pero se necesita, justamente, lo contrario.
Mas, salva esta presentación la excelsa calidad de los actores.
Juan Carlos Lemus
(Mi otro Blog, bienvenido/as: La Era del Moscardón: http://www.juancarloslemus.com/)

1 comentario:

  1. Saludos y le damos la bienvenida a tu nuevo blog, maistro.

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